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FREIDA MCFADDENPor LUIS VILLEGAS MONTES, 2025-10-29 17:08:01
En mi vida había oído yo hablar de Freida MFadden. Llegué a Londres —adonde fui a parar en esta ida a Europa buscando un mejor precio del vuelo (eso no es nada, una vez mandé al pobre Adolfo hasta el Perú)— y, ¡oh, sorpresa!, ahí estaba. Digo, no es que estuviera esperándome, a la señora (suponiendo que sea una y no un engendro tipo Carmen Mola) ni la conozco. Claro que lo anterior es posible leerlo como algo un poco grosero, por lo que requiere ser explicado. A Carmen Mola la conocí, merced a la bendita mano de la amistad. Un día, en ocasión de mi onomástico, alguien —de veras, la verdad, no recuerdo quién— me regaló un libro que se llama La Bestia[1] (no, no es —como seguramente usted también pensó— una biografía de Santiago de la Peña). Es una novela policial muy bien escrita que me gustó horrores. Como me ha ocurrido muchísimas veces a lo largo de los años, sin querer y sin remedio, hallo un autor o una autora que me atrapa; por no ir más lejos, recuerdo en este punto lo que escribí, años ha, con motivo de la muerte de mi compinche, mi compañera, mi amiga, Almudena Grandes: “Parafraseando a Neruda, podría escribir los párrafos más tristes este día; y, junto con él, ‘pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido/Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella’. Podría, pero no. Me parafraseo a mí mismo. La recuerdo a ella, recordándome. De Almudena Grandes, alguna vez escribí: ‘Fue un hito en mi vida, pero, como muchas de las cosas buenas que me han ocurrido, fue el azar la que vino a presentármela. Merodeando por ahí, hallé ‘Castillos de Cartón’[2] y como me había pasado de largo durante lustros, de las ediciones mexicanas de su bibliografía ni siquiera me di cuenta. El año que la conocí fui a España por primera vez […] Parecía yo niño en juguetería y me traje un montón de libros de Almudena a un precio ínfimo. He leído con fruición todo lo que Almudena publica; de sus obras ‘ligeritas’, me quedo con ‘Los Besos en el Pan’;[3] y desdeño, la única que no me ha gustado, ‘Las edades de Lulú’,[4] que fue, no obstante, la que la catapultó a la fama. Las dos novelas más entrañables de la española, al menos para mí —antes de los ‘Episodios de una Guerra Interminable’—, también llegaron de la mano de la casualidad: ‘Los aires difíciles’[5] y ‘Malena es un nombre de tango’,[6] las encontré, por azar, no recuerdo si en Bogotá y Buenos Aires, o viceversa, pero ahí estaban, en sendas estanterías en una librería, una, y en el estanquillo de un aeropuerto, la otra. ¡Ah!, pero llegaron los ‘Episodios de una Guerra Interminable’ y ahí sí, francamente me enamoré. Tres de las mejores novelas que he leído en mi vida integran la saga: ‘Inés y la alegría’,[7] ‘El lector de Julio Verne’[8] y ‘Las Tres bodas de Manolita’”.[9] Pues así leí a Carmen Mola, les decía, por cuestiones del azar; una cosa lleva a la otra, busqué su biografía en la red y resulta que no existe como tal; sí, como usted lo lee: no existe; no obstante, a diferencia de Elena Ferrante (cuya biografía es un misterio y a quien leí gracias a la recomendación de mi entrañable amigo, Arturo Pérez Reverte), la de Mola es una “biografía” pública y ciertamente, como reza su apellido, aunque Carmen Mola, mola, no es una persona real; es la suma de talentos de tres escritores (Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero). Pues bien, después de este largo exordio, retomo el asunto de Freida Mcfadden, de quien hallé una inaudita cantidad de publicidad en Londres; la vi y la vi como quien ve llover y no se moja porque, con el cuento de que no hablo inglés (y leerlo me produce unos brutales dolores de cabeza, siempre espero la necesaria traducción del autor) no compré nada; claro que no me equivoqué y en cuanto arribé a Madrid, ahí estaba: Freida Mcfadden por aquí, Freida Mcfadden por allá; lo vistoso del empaque me hizo sospechar, pero mi curiosidad pudo más y decidí comprar un librito La boda de la asistenta.[10] Lo leí y puedo decir que, Freida McFadden junto con Mariana Enríquez (que leí por pura curiosidad[11]), no me interesa; si usted quiere pasar un buen rato, entretenerse y perder el tiempo de un mejor modo que viendo la televisión, léalas; las dos son divertidas y muy buenas en su género; para mí, que tengo los días contados (no sé cuántos, pero seguramente Dios nuestro señor sí lo sabe) el asunto es leer a quien me gusta leer —si la vida me depara una casualidad tipo Almudena, ya me enteraré—, escribir y no perder el tiempo con éxitos editoriales que, sí, lo confieso, también compré: Misión en París,[12] El círculo de los días[13] y El último secreto.[14] De los que les voy a contar la próxima vez que me lean. Por cierto, ahí la llevamos. Ya restablecimos la marca de catorce lectores; a ustedes, mi veintiocho pares de ojos, gracias; pues por, y para ustedes, escribo. Contácteme a través de mi correo electrónico o sígame en los medios que gentilmente me publican, en Facebook o también en mi blog: https://unareflexionpersonal.wordpress.com/ Luis Villegas Montes. [email protected], [email protected]
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