*ROMPER EL PASMO, RETO DE XÓCHITL

Desde que llegó a la presidencia no ha hecho más que machacar sobre la idea de que su movimiento llegó para quedarse: “La oposición está moralmente derrotada”, “ya no hay reversa en la transformación”, “puse los programas en la Constitución para que no puedan quitarlos”. O “son los que quieren volver a la corrupción”, “conservadores enemigos del pueblo”, “no volverán a destrozar al país”.

Sus mañaneras no son una narrativa de gobierno, es adoctrinamiento delirante y obsesivo haciéndonos creer que todo esfuerzo social por construir otra idea de país diferente a la suya es inútil. No sólo habla polarizando a la sociedad, también actúa y lo hace con el mismo propósito y pasión. Quienes salen de su movimiento son traidores a la patria y se atienen a las consecuencias, el poder del Estado contra ellos. Dobló a los gobernadores de oposición para que apoyaran a los candidatos de Morena y después los premió con embajadas. Aumentó el chorro de dinero a los apoyos electores, prometiendo que para el otro año recibirán más. Como no pudo desmontar al INE impuso presidenta y está tomando control de los cargos ejecutivos de relevancia. Adelantó los tiempos de sucesión convencido de tomar ventaja y acomodó los términos a efecto de garantizar la elección de su preferida, la farsa de las encuestas. El único error que cometió, por impulsivo, fue crear el proyecto de Xóchitl Gálvez, pero después se volcó sobre ella en feroz ataque con el estribillo de que “ya se desinfló”. Es un presidente en oficio de jefe partidista. Envía el mensaje de que, hagan lo que hagan sus opositores, es imposible derrotarlo, ya ganó. Ha sido exitoso en su empeño, muchos mexicanos libres están perplejos, pasmados ante su poderoso empuje, casi resignados a que nada pueden hacer. Están sinceramente convencidos de que luchar contra él es imposible, tiene todo a su favor. Extrañamente los más politizados son también quienes mejor caen en la perversa red tejida tesoneramente cada mañana y, sin darse cuenta, contribuyen a su idea del triunfo imposible, resignados a la fatalidad de que no hay reversa. Me refiero a quienes hacen cálculos pensando en los 23 gobernadores, el vasto poder del Gobierno Federal, el Ejército, la complicidad con los grupos delincuenciales, los seiscientos mil millones anuales en programas, la experiencia en acarreo y cohersión del voto, la ventaja de 20 o 30 puntos, lo atractivo de Samuel García para los jóvenes. Azorados por su fuerza no ven sus debilidades, olvidan lo fundamental; el valor de la sociedad. Con todo el poder político y económico, la voluntad de López Obrador es insuficiente para resolver la elección. Si por voluntad, dinero y poder fuese, Dos Bocas hubiese quedado lista en tres años y ochocientos mil dólares pero todavía no la terminan y han gastado más del doble. El tren maya estaría circulando en toda la ruta con una inversión de 150 mil millones y todavía no lo terminan, habiendo tirado más de 500 mil millones. El INE sería Instituto Electoral del Pueblo y la Corte estuviese sometida. También en el poder hay límites. Mientras no consolide el autoritarismo, es decir secuestre al INE y someta a la Corte, y los votos se cuenten, el resultado electoral dependerá de la sociedad, no de su voluntad. Fox ganó contra el poder presidencial y el de veintitantos gobernadores. Contra el mismo poder López Obrador ganó con 30 millones de votos. En las dos elecciones, la respuesta social fue factor dominante. La elección del 2024 es diferente en cuanto a circunstancias, en los accidentes, pero igual en esencia. No es utopía ni buenos deseos, está muy documentado que a mayor participación social menos capacidad de manipulación electoral. Ponga en un lado la falacia de las encuestas y verá que los números son alentadores para la oposición. Con una participación del 66 por ciento o más no hay forma de que pierda Xóchitl, son números. Partiendo de que los empadronados son casi cien millones, hablamos de 66 millones de votos, distribuidos entre nulos, comparsas, Morena y el Frente. No hay mas hacia donde ir. En la elección pasada hubo 1.5 millones de votos nulos, casi tres para el independiente y 30 de López Obrador, el resto al PAN, PRI, PRD. El padrón actual podemos cerrarlo en cien millones, con una participación del 66% hablamos de 66 millones. Cerremos en dos los 1.5 millones de votos nulos y demos a MC dos millones más de los que obtuvo el independiente, cinco millones. ¿Claudia y toda su capacidad de acarreo y compra de votos alcanzarán los 30 millones de López Obrador, el 53%? Ni los más optimistas del régimen piensan que sí, máxima si tenemos presente que Morena perdió más de diez millones de una elección a otra. Pero pongámosla con 28, lo que incluso expertos del régimen consideran difícil. El resto sería para Xóchitl, es decir 30 millones. Sí, Claudia está muy arriba pero también está topada, con el 40, 42%, porcentaje con el cual no alcanza ni los 28 millones. El reto de Xóchitl es romper el pasmo, convencer a los mexicanos que salgan a votar y en esa parte López Obrador trabaja en su favor; la polarización social causa enojo y el enojo mueve a la gente. El 2018 la votación llegó al 63.5 por ciento, el 2000 arañó el 64, en 1994 casi al 70. Sólo se necesitan dos o tres puntos más para garantizar el triunfo del México libre, objetivo alcanzable con relativa facilidad. Para conseguirlo necesita cuatro condiciones: Establecer un equilibrio político con los partidos, no se quieren pero dependen uno del otro; Encontrar una narrativa electoral simple y creíble, sobra tema sólo hay que sistematizarlo; Generar una estructura social que actúe fuera de redes, es decir movilizar con objetivos electorales a la clase media: Instalar en los electores la certeza de que MC es una farsa y Samuel García candidato de López Obrador. Que Claudia ya ganó, es lo que López Obrador y su enorme maquinaria propagandista quieren hacernos creer, pero la realidad objetiva nos dice lo contrario. Que arrasarán con diputados y senadores, no lo hicieron ni con los 30 millones. Vota la gente en dos o tres puntos más que pasadas elecciones y la derrota del autoritarismo populista queda sellada.