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EL DOLOR FRENTE AL ESTADOPor LIC. FRANCISCO FLORES LEGARDA, 2025-10-12 21:01:09
“Deja que vengan el dolor y la tristeza, no te defiendas, no los rechaces. Luego de un tiempo, déjalos ir, sin resistirte, sin aferrarte” Jodorowsky ‘Ideas’ adelanta un extracto de ‘La sociedad paliativa’, el nuevo libro de Byung-Chul Han, el popular filósofo surcoreano afincado en Berlín. En la sociedad del ‘me gusta’, dice, tenemos fobia al sufrimiento. “¡Cuéntame qué es para ti el dolor y te diré quién eres!”. Esta frase de Ernst Jünger se puede aplicar al conjunto de la sociedad. La rela¬ción que tenemos con el dolor revela el tipo de sociedad en que vivimos. Los dolores son señales cifradas. Contienen la clave para en¬tender la respectiva sociedad. Por eso toda crítica social tiene que desarrollar su propia hermenéutica del dolor. Se nos escapa el carácter de signo en clave que tiene el dolor si dejamos que solo la medicina se ocupe de él. Hoy impera en todas partes una algofobia o fobia al dolor, un miedo generalizado al sufrimiento. También la tolerancia al dolor disminuye rápidamente. La algofobia acarrea una anestesia permanente. Se trata de evitar todo estado doloroso. Entre tanto también las penas de amor resultan sospechosas. La algofobia se extiende al ámbito social. Cada vez se deja menos margen a los conflictos y las controversias, que podrían provocar dolorosas confron¬taciones. La algofobia domina también la política. (...). En lugar de discutir y luchar por alcanzar argumentos mejo¬res, uno cede a la presión del sistema. Se está propagan¬do y asentando una posdemocracia que es una democracia paliativa. Por eso Chantal Mouff exige una “política agónica” que no rehúya las confrontaciones dolorosas. La política paliativa no es capaz de tener visiones ni de llevar a cabo reformas profundas que pudieran ser dolorosas. Prefiere echar mano de analgésicos, que surten efectos provisionales y que no hacen más que tapar las disfun¬ciones y los desajustes sistemáticos. La política paliativa no tiene el valor de enfrentarse al dolor. De esta manera, todo es una mera continuación de lo mismo. La algofobia actual se basa en un cambio de paradig¬ma. Vivimos en una sociedad de la positividad que trata de librarse de toda forma de negatividad. El dolor es la negatividad por excelencia. Incluso la psicología obedece a este cambio de paradigma y pasa de la psicología nega¬tiva como “psicología del sufrimiento” a una psicología positiva que se ocupa del bienestar, la felicidad y el optimismo. Hay que evitar los pensamientos negativos y reemplazarlos sin demora por ideas positivas. La psicología positiva so¬mete incluso el dolor a una lógica del rendimiento. La ideología neoliberal de la resiliencia toma las experiencias traumáticas como catalizadores para incrementar el rendimiento. Se habla incluso de “crecimiento postraumáti¬co”. El entrenamiento de la resiliencia como ejercicio de fuerza psicológica tiene por función convertir al hombre en un sujeto capaz de rendir, insensible al dolor en la medida de lo posible y continuamente feliz. La sociedad paliativa coincide con la sociedad del ren¬dimiento. El dolor se interpreta como síntoma de debilidad. Es algo que hay que ocultar o eliminar optimizándo¬lo. Es incompatible con el rendimiento. La pasividad del sufrimiento no tiene cabida en la sociedad activa domi¬nada por las capacidades. Hoy se priva al dolor de toda posibilidad de expresión. Está condenado a enmudecer. La sociedad paliativa no permite dar vida al dolor ni ex¬presarlo lingüísticamente convirtiéndolo en una pasión. La sociedad paliativa es además una sociedad del me gusta. Es víctima de un delirio por la complacencia. To¬do se alisa y pule hasta que resulte agradable. El like es el signo y también el analgésico del presente. Domina no solo los medios sociales, sino todos los ámbitos de la cul¬tura. Nada debe doler. No solo el arte, sino la propia vida, tiene que poder subirse a Instagram, es decir, debe care-cer de aristas, conflictos y contradicciones que pudieran ser dolorosos. Olvidamos que el dolor purifica, que opera una catarsis. La cultura de la complacencia carece de la posibilidad de catarsis, y así es como uno se asfixia entre las escorias de la positividad que se van acumulando bajo la superficie de la cultura de la complacencia. Hoy el arte se mete a la fuerza en el corsé del me gus¬ta. Esta anestesia del arte no respeta ni siquiera a los maestros antiguos. Incluso se los combina con el diseño de moda: “Acompañaba la exposición de retratos escogidos un vídeo que mostraba lo bien que pueden combinar los co¬lores de la ropa contemporánea de diseño con los cuadros históricos de Lucas Cranach el Viejo o de Peter Paul Ru¬bens, por ejemplo. Y por supuesto no faltaba la indicación de que los retratos historicos son una version preliminar de los selfis actuales”. Después de la vorágine que vive México por la toma total del poder por parte de Morena resulta complicado hacer un análisis aunque sea parcial de la situación, cuando menos así lo veo. Por esta circunstancia me quedo con este trazado que comparto. Salud y larga vida Profesor por Oposición de la Facultad de Derecho de la UACH. ![]() ![]() |
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