El en el 2024 vuelve hacer de las suyas el abstencionismo; en la elección de 1994 votó el 77.16 % del padrón electoral, en el 2000 el 63.97 %, en el 2006 (el más bajo) 58.55 %, en el 2012 votó 63.10 %, en el 2018 sufragó el 63.42 % y en el 2024 el 61%;

desde la elección presidencial de 1994 y en las dos elecciones donde gana Morena hay más abstencionismo pero, también hay el ganador, en este caso Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Claudia Sheinbaum (CS), en forma contundente, pero, en medio de un alto abstencionismo ¿Qué significa esto?

En México el sistema de partidos o en la institucionalidad, representada por Morena y sus satélites y el PRIAN, tienen a estos últimos como oposición institucional y, por otro lado, están los movimientos civiles y sociales, algunos con expresiones políticas e ideológicas; es decir, hay dos oposiciones en México, la del PRIAN dentro del sistema de partidos y la de la calle o fuera del sistema de partidos, y ésta, básicamente, representa el abstencionismo.

El sistema de partidos en México es uno de los más caros del mundo, sin esos fondos multimillonarios difícilmente podrían sobrevivir los partidos en México, en nuestro país no hay elecciones sin dinero y basándose en este financiamiento exagerado, se hacen campañas costosas y todavía le da para compra de votos y conciencias; sin dinero no hacen nada.

Pero además hay un pacto de facto de todos los partidos, desde Morena y satélites y el PRIAN, de no darle cabida a ninguna expresión política o ideológica que no sea de ellos; por eso subieron en el 2003 las condiciones para nuevos registros de partidos; eran 100 asambleas y 98 mil afiliados, podía darte fe una notoria y el Instituto electoral; después subieron los requisitos a 200 mil afiliados y 200 asambleas y excluyeron a los notarios y se pasó del 1.5 al 3 % para refrendar el registro como partido político; es decir; aquí nadie entra que no sean ellos.

Aprender a ser minoría

El neologismo de partidocracia surge esencialmente por el excesivo determinismo del poder; en el caso de México después de la revolución surgió el partido único y después de décadas y del desgaste natural, generó un hartazgo para darle cuerpo a otra forma de dominación hegemónica, de partido único, de partido de estado, como lo es el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), acompañado con un cierto juego con otras empresas políticas llamados partidos políticos que conceptualmente no lo son, ni unos ni otros.

Tomando en cuenta el pasado con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y su papel de partido único y de estado y la falta de una oposición institucional, los movimientos cívicos y sociales deben asumir, con franqueza, que son minoría, y además deben aprender a ser minoría como lo hicieron en tiempos del PRI.

La degradación política y el pragmatismo, cuyo objetivo es el poder por el poder, tiene que situarnos en el tiempo que nos encontramos; un país dividido, con una oposición institucional moribunda (PRIAN), pero con grandes dificultades como lo es la inseguridad, la ausencia de soberanía, el tránsito de la producción natural a la dependencia más elemental, desde el producto de consumo hasta la producción y comercialización.

Si los partidos están ausentes en los grandes problemas nacionales y el abstencionismo como protesta pre política sigue galopando en medio del hartazgo, ante la falta de articulación, necesariamente van surgir opciones.

El hecho que el sistema de partidos solo convoque una parte del electorado, y no cualquier cosa, sino a veces menos del 50% del padrón y a pesar de las onerosas campañas electorales, solo logran, cuando mucho, convocar el 60% como lo fue en la elección del 2024, entonces estamos hablando de cerca de 40 millones de mexicanos que reprueban el sistema de partidos.

Ser minoría en este escenario no es algo para escandalizarse; también fue minoría el Partido Comunista Mexicano y la izquierda en general, como Trotskistas y demás variantes del marxismo, pero su participación política pulcra, con principios puso en jaque al viejo PRI y es hoy cuando las fuerzas progresistas deben articularse y crear un nuevo referente ideológico y político.

El recuadro blanco y el movimiento social

En la elección del 2024 la lista nominal de electores es 99,084,188 personas, de las cuales acudieron entre el 60 y 61.5%, es decir, entre 59,450,513 y 60,936,775 personas, esto significa que ni Claudia Sheinbaum Pardo, con 35,526,139 de votos ni Xóchitl Gálvez (17,427,917) y Jorge Álvarez Máynez (6,581,171) juntos lograron superar el abstencionismo.

Ese caudal de mexicanos en espera de una opción, cuyo nivel de pre protesta política es relevante, está en espera de una alternativa y serán los movimientos cívicos quienes tienen la oportunidad histórica, la cuestión de soberanía patria no puede estar solo en manos del sistema de partidos, por eso las múltiples candidaturas del recuadro blanco deben articularse y el movimiento social, que se supone debe ir de la mano de este movimiento cívico posiblemente empiece a cambiar las reglas del juego.

Según, los candidatos no registrados empezarán acciones para cambiar las reglas electorales y definir espacios donde puedan ejercer el derecho constitucional de votar y ser votado.

Las abundantes protestas de trigueros, agricultores, derechohabientes de la salud, solicitantes de viviendas, el libre tránsito, la cuestión de la inseguridad, los apoyos gubernamentales, cuyos usos están dirigidos con objetivos electorales, y por ser recursos de la nación, no deben ser aplicados bajos criterios clientelares; todas esas demandas junto con las reivindicaciones del recuadro blanco pueden terminar en las calles.

La respuesta popular.

Todos los movimientos reivindicativos o de resistencia basan sus éxitos en la movilización social, así fue con los años gloriosos de la izquierda marxista, con las movilizaciones encabezadas por AMLO y por los mismos zapatistas, ahora todo parece indicar que el turno es para los impulsores del recuadro blanco y los movimientos sociales.

Evidentemente, los partidos políticos no van a flexibilizar el registro de nuevos partidos ni otras formas de reconocimiento de candidaturas si no hay un amplio movimiento que los respalde; así fue desde 1977 hasta llegar al 2003 cuando se decidió ampliar los requisitos para el registro de nuevos partidos, a efecto de garantizar que solo quedaran los partidos tradicionales y caducos para integrar el sistema electoral mexicano.

Las reivindicaciones y movimientos sociales seguramente también se van articular, porque el derecho a la participación ciudadana no puede estar a criterio a una forma de gobierno y utilizar los recursos públicos bajo razón clientelar; pero ninguna ni otra demanda será posible sin la articulación y la movilización popular.

Es posible que llegando Claudia Sheinbaum a la presidencia, la calle sea la protagonista del sexenio; veremos si es así.

César del Pardo Escalante