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LUISA 2024.Por LUIS VILLEGAS MONTES, 2024-07-03 01:18:29
Hace poco más de quince años, el 29 de abril, escribí un artículo que se llamó Luisa: Amor a primera vista. Celebraba el nacimiento de mi primera nieta; en él puede leerse que, recién nacida, no la pude conocer porque estaba en la incubadora; pero que no era importante pues no necesitaba saber nada más para saberla ya definitivamente parte de mi vida: “sé, más allá de toda duda, que Luisa cuenta desde ya con un cómplice definitivo; con un aliado insustituible; con un confidente, un cófrade, un adepto y un admirador incondicional”. Agregué: “A partir de ayer me redescubro y me estreno en esta novísima condición. Con placer me percato que esta parte de mí me agrada, me devuelve a un estado primitivo extraordinario donde lo único que cuenta, lo único que vale, es lo que sientes por alguien; atado por lazos invisibles más fuertes que cualquier cadena”. El viernes pasado estuve en su graduación de secundaria. ¡En su graduación! ¡Cómo pasa el tiempo Dios mío! La última graduación a la que fui, fue a mi propia graduación. Desde entonces, jamás he estado en una graduación propia, por alguna misteriosa razón nunca terminé junto con el resto de mis compañeros; siempre pasaba algo al final que hacía que no pudiera, o quisiera, asistir. Pues bien, a esa última graduación llegué tarde. Resulta que León y yo éramos los encargados de no sé qué; algo teníamos que ver con unos boletos, con unos vales, con unos recibos o con cierta cantidad de dinero, bastante para la época, y aquél y yo simplemente no llegábamos; desde las ocho nos habían estado esperando y nosotros ni nuestra luces. ¿Por qué? Porque estábamos viendo la final de Los Ricos también Lloran. Yo sólo he visto tres novelas en mi vida: ésa, la de Tú o Nadie y Mirada de Mujer. Me acuerdo muy bien de esta última por varias razones, una de ellas, porque dejaba yo de hacer lo que estuviera haciendo para ir a verla. Recuerdo que estaba yo en Campeche, en lo más duro de la contienda por la gubernatura, allá por 2003, y tan pronto daban las nueve de la noche, ¡plop!, me esfumaba. “¿Dónde está Villegas?”, era una pregunta recurrente a eso de las nueve o nueve y media. “Quién sabe”, era la respuesta obligada pues, en efecto, nadie lo sabía y nadie hubiera podido creerlo: de manera subrepticia me deslizaba hacia mi cuarto de hotel a ver el capítulo correspondiente y ya como a eso de las diez, reaparecía muy orondo. Así estuve durante semanas, hasta que me sinceré no sé con quién, que luego, luego, fue con el chisme de mis hábitos nocturnos y me pusieron una tele en la Secretaría del Partido para que no me les desapareciera así de súbito. Volviendo al tema de Irlanda y su graduación, heme aquí, quince años después de aquella carta, sin saber muy bien qué sigue; quiero decir, continuará yendo a la escuela —imagino—, estudiará y vendrán otras graduaciones (todavía no tiene claro qué va a estudiar), pero qué va a pasar con nosotros. Le debo un viaje a París, cuando estaba pequeñita, le prometí un viaje a Europa; le dije que cuando cumpliera quince años la llevaría a conocer la torre Eiffel y a pasear por el Sena, ya cumplió sus quince y no hemos ido (se atravesaron unas complicadas elecciones), así que esa promesa y ese viaje siguen pendientes, pero, ¿qué sigue? ¿Cómo es uno abuelo? Ya pasaron quince años y sigo sin saber bien a bien cómo es uno. Digo, no me veo en chancletas ni con una cobija a cuadros sobre las rodillas; faltan dos años para que cumpla sesenta años y conduzco un convertible negro propio de un adolescente. No me veo —y lo que es peor, ni siquiera me siento—, como lo que soy: un hombre que ya pasa bastante de la mediana edad y se acerca a paso veloz a la tercera; no soy un anciano, pero estoy a un pelín de serlo. Quiero creer que a todos nos pasa igual, un día estás acunando a tu primer hijo entre los brazos y al siguiente vas a la graduación de secundaria de tu primera nieta. Imagino que el tiempo seguirá su curso y que yo seguiré en las mismas. Descubriéndome día a día; desentrañando los misterios de la existencia de la única manera en que es posible hacerlo: viviendo. Tratando —lo que no se me da muy bien, por cierto—, de envejecer con gracia. Contácteme a través de mi correo electrónico o sígame en los medios que gentilmente me publican, en Facebook o también en mi blog: http://unareflexionpersonal.wordpress.com/ Luis Villegas Montes. [email protected], [email protected] |
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