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LA ENAJENACIÓN DEL LÍDERPor JAIME GARCIA CHAVEZ, 04/07/2019 20:10
Quizás era un juego. En Chihuahua, durante la década de los sesenta, y por un periodo de diez años, quisimos hacer la revolución. En consecuencia, las preocupaciones por la organización, el partido o la guerrilla, los movimientos sociales, la teoría y los problemas de liderazgo –con toda la ambigüedad que esta palabra pueda tener–, se pusieron a la orden del día en un numeroso grupo de hombres y mujeres, por aquellos años estudiantes de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Leer y estudiar, polemizar y debatir, fueron un ejercicio, si no cotidiano al menos sí recurrente. En las páginas del periódico El Martillo y en no pocos documentos redactados ex profeso para un tema, están los testigos –seguramente no mudos–, de esa etapa tan rica como inexplorada por los historiadores. Nuestras lecturas obligadas iban de Marx a Lenin y Trotsky. Cuanto manual guerrillero caía en nuestras manos, era leído de inmediato, y así hojeamos a Guevara –que no se queda de ninguna manera en una simple técnica–, a Mao Tse-Tung, hoy llamado “Mao Zedong”, Võ Nguyên Giáp, y hasta el mismísimo Marighella mereció atención. Libros como “Qué hacer”, “Un paso adelante, dos pasos atrás”, del líder ruso Nicolás Lenin, cobraban para algunos carácter bíblico, pero no dejaban de ser lecturas sesgadas porque jamás podíamos asomarnos a sus contrapartes, portadores también de valiosos argumentos, como en el caso de Rosa Luxemburgo. Deseo narrar cómo llegó un libro a mis manos, comprado en el Futurama de la avenida Universidad de la ciudad de Chihuahua, y que me marcó prácticamente para siempre: se trata de “La enajenación del hombre moderno”, de Fritz Pappenheim, dado a la estampa por la entonces naciente Editorial Era y que lo divulgó a partir de 1965 en la traducción de Werner May y revisada por el tabasqueño Enrique González Pedrero, que luego se convirtió en gobernador de su estado y de alguna manera ejerció un primer padrinazgo sobre el actual presidente mexicano. Desde luego la obra poco o nada tiene que ver con los temas de organización y liderazgo en estricto sentido, pero es de mayor riqueza y sí examina el papel de las figuras históricas que habían logrado jalonar la historia, como Alejandro Magno, Julio César o Napoleón. Esto me llevó a hacer un ejercicio de vidas paralelas entre estos personajes y los que habían realizado tres revoluciones: la rusa con Lenin, la china con Mao, la cubana con Castro. Era ineludible hacerlo; después me di cuenta del porqué en las palabras del historiador E.H. Carr: “Nada tiene más éxito que el éxito”. Y si en Rusia, China o Cuba se había hecho una revolución, consecuentemente los hechos favorecían su experiencia como para repetirla paso a paso. Error.
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