RENÉ DEL PARDO ; NUESTRO DELIRIO POR HUATABAMPO
Por Redacciòn, 07/03/2017 08:17
En memoria a las tardes y abriles de Huatabampo
Mi padre, fue sin duda es el más grato recuerdo que tengo de mi infancia; también el más doloroso.
Recuerdo cuando salía a trabajar a su peluquería cada mañana; y desde niño; a veces; lo acompañaba y veía como hablaban de deporte, literatura, música; lo mismo jugaban ajedrez, que Damas chinas y eso sí, las bromas finas eran elocuente.
Pero un día se marcho y no volvió más; un borracho inconsciente acabo con un hombre que era ejemplo del pueblo y sostén económico y moral de su familia; así nos quedamos después de esa ausencia que duele aun todavía; de sus amistades, de alguna manera sentimos el afecto, un afecto que nunca pudo sustituir la espera.
Eran esos años cuando en las familias solo trabajaba el padre y con eso bastaba para el pan, la educación y el vestido; cuando voló se fue casi todo; una mujer bonita, hermosa, bella, heroína, se doblo muchas veces pero no se quebró; se convirtió en nuestro sol, en nuestra luna; nuestra Madre Toña de cada batalla, que un día a un lado de ella me dijo que me iba a decir lo que no me quiso decir porque me dijo que se lo llevaría a la tumba; fue tan contundente su decisión que a mi escasa edad comprendí que era su secreto; era algo entre ella y mi padre: lo cumplió y se lo llevo a la tumba.
Las heridas nunca se curaron; no fueron cicatrices que el tiempo cura; nunca esas manos limpias que repartían mil caricias volvieron, pero el viento quiso que alguien y alguien más hiciera lo posible para atenuar las penas; me sorprendía (y mas ahora) un joven como mi hermano Roberto se daba la paciencia para buscar explicaciones y palabras de aliento en medio de la tempestad; ese papel de padre lo cumplió él, el Chato hizo lo propio y como hormiguitas cada quien hacia lo mismo.
Se fueron las noches, los amaneceres, la tardes, las primaveras y volvieron; después llegaron nuevos soles y nuevas lunas y el recuerdo nos enseño el cobijo; cada día, cada momento no se desperdicia para dar mil caricias; esas sonrisas, esos ojitos, todo eso nos hace invencibles, eternos.
Sigo con el delirio de esas tardes; me persigue los hombres, mujeres, jóvenes y niños buenos; fue mucho los que nos dejo "El Topo", Ramón Duarte, Roberto Duarte, Roberto Rojas, "El Che" Camaleón, Alejo Morales, Don Martin Mejía y sus Cuatro vientos, Pano, doña Tranquilina y su hijo Leandro ; con su vieja armónica; La Lina, el Tony Tonina, mi tío Aguedo, Chelina, la Nena del Chayo, la Banda Jocobi, Los H70, Los Chenos...
Los buenos médicos como los Esquer Barriga, los entrañables boxeadores como Pancho Ríos, mi gran ídolo Agapito Villegas, mi estimado campeón José Luis Ramírez; se que estoy haciendo injusticias por no nombrar muchos mas, pero vamos hacerlo cuando sea el propósito expreso.
Recuerdo las tibias y frías mañana donde ríos de siluetas iban y venían con tortillas del "Volcán", los tacos jugosos de "Cani", la Birria de Zenón, los ruidos de los cubiletes al paso de las calles llenas de bellas complicidades.
Mi padre; puedo decirlo atendiéndome al respeto de la mayoría de huatabampenses; era un hombre pulcro y limpio; un hombre reconocido por propios y extraños por sus múltiples cualidades; sin temor a equivocarme. Es memoria del bien; puede confirmarlo con nuestros viejos.
Es mi delirio porque vuelvan esas tardes y abriles del Huatabampo; hasta en eso estas vivo padre mío.
César del Pardo Escalante